¿Por qué “Viviendo la Misión”?
- Ruth N. Márquez Castro
- 25 ago
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 28 ago
Mi primer encuentro con la misión
Desde que era niña, Dios comenzó a encender en mí una pasión por la misión. Recuerdo escuchar testimonios de misioneros y misioneras, historias de cómo Dios usaba sus vidas para llevar esperanza a lugares lejanos. No lo sabía entonces, pero esos relatos estaban sembrando una llama en mi corazón que con los años solo crecería.
Un corazón moldeado por Dios
Con el tiempo entendí que soy una vasija de barro: imperfecta, pero llena del deseo de compartir lo que el Alfarero ha puesto en mí. Cada etapa de mi vida ha moldeado este llamado: los primeros ministerios en mi iglesia local, el servicio en grupos cristianos de la universidad, y los viajes misioneros a corto plazo a Cuba, Haití, República Dominicana y Colombia. Todo esto ha sido parte de un proceso en el que Dios ha formado en mí un corazón misionero.
Uno de los pasajes que más ha marcado mi vida es Efesios 5:8:
“ustedes antes eran oscuridad y ahora son luz en el Señor. Vivan como hijos de luz"
Como hija y portadora de Su luz, comprendí la importancia de vivir intencionalmente, dejando que Su luz brille en un mundo que tanto la necesita.
Vivir la misión donde estamos
Una frase que leí hace años quedó grabada en mi corazón:
“Lo que sí podemos decir por cierto es que, al menos, Dios ha llamado a cada cristiano a vivir con un corazón misionero.” – David Sills
Vivir la misión no es solo para quienes viajan a otros países, aprenden idiomas o predican desde un púlpito. Es un llamado para todos, en cada lugar donde Dios nos ha puesto.
Como dice Efesios 4:15:
“Vivan con autenticidad en el amor y esfuércense por crecer en todo, puesta la mira en aquel que es la cabeza: Cristo, viviendo cada día según Su voluntad y reflejando Su amor.”
Vivir la misión es crecer, madurar y ser transformados a la imagen de Cristo mientras compartimos con otros el amor que nos alcanzó primero. Cada conversación, cada acto de compasión, cada palabra de aliento y cada oración puede ser parte de esa misión diaria.
Tu llamado hoy
Viviendo la Misión no es solo un nombre; es una invitación constante a recordar que la misión no es una actividad opcional: es nuestra identidad como hijos de Dios. No necesitas pasaporte, título o púlpito. Solo un corazón dispuesto a amar, servir y obedecer a Dios donde Él te ha puesto.
Hoy podríamos preguntarnos:
¿Cómo estamos viviendo la misión de Cristo en nuestro día a día?
¿Qué pasaría si cada uno de nosotros decidiera vivir con intención, con propósito y con un corazón misionero… desde nuestras casas, trabajos, comunidades?
Que el Señor nos despierte a vivir con pasión, viviendo cada día como misión y reflejando a Cristo en todo lo que hacemos.
Foto: Célula de oración dirigida por mis padres en Villa Carolina, Puerto Rico (con 7-9 años de edad)
Comentarios